50º "Jubileo":
Salvaje intento de secuestro de la princesa Ana
Hace 50 años, un incidente estremecedor despertó al reino: hubo un intento de secuestro de la princesa Ana. Cómo ocurrió y por qué el caso cambió drásticamente la seguridad de la realeza.
Un lujoso Aston Martin con un emblema real en el techo rueda por The Mall en Londres en dirección al palacio de Buckingham la tarde del 20 de marzo de 1974. La Princesa Ana, hija de la Reina, de 23 años, y su entonces marido, el oficial Mark Phillips, de 25 años, iban sentados en el asiento trasero. La pareja se había casado con gran pompa justo el año anterior.
Poco antes de llegar a su destino, aparece un Ford Escort blanco que adelanta a la limusina real y la obliga a detenerse. Sale un hombre armado. Va tras la princesa Ana. Quiere secuestrarla para pedir varios millones de rescate.
Y va en serio. Dispara a cuatro hombres que se interponen en su camino: el guardaespaldas, el chófer, un agente de policía que ha acudido rápidamente al lugar de los hechos y un periodista que pasa por allí en taxi y decide intervenir.
"Vete, tonto"
Al parecer, la princesa Ana se mantiene sorprendentemente tranquila ante todo el incidente. Según un testigo, le dice al secuestrador que intenta sacarla del vehículo: "Vete, tonto". Hasta el día de hoy ha conservado su imagen de princesa sin pelos en la lengua. A sus 73 años, hermana del rey Carlos III (75), se la considera una mujer muy concienzuda y, lo que es más importante, libre de escándalos.
La estoica princesa y su marido se enzarzan en una especie de tira y afloja con el pistolero: el secuestrador tira del brazo de ella, su marido aguanta. Al mismo tiempo, la pareja intenta disuadir al secuestrador de su plan. No lo consiguen, pero al menos ganan tiempo.
El secuestrador sólo puede ser detenido por un antiguo boxeador. Ronnie Russel, un hombre de clase trabajadora que había entrenado en un club de boxeo del este de Londres, pasa por el lugar de los hechos cuando vuelve a casa del trabajo esa noche. El entonces joven de 28 años consiguió acercarse al pistolero y le propinó dos puñetazos que lo derribaron. Para entonces ya habían llegado otros policías, que dominaron y detuvieron al agresor.
La seguridad de la realeza se tomó más en serio
El incidente despertó a la familia real. Quedó claro que se había subestimado considerablemente el peligro de un atentado contra la realeza. Sobre todo en un momento en que en Irlanda del Norte se está librando una sangrienta guerra civil entre monárquicos y partidarios de la separación del Reino Unido.
"La escolta real era un asunto bastante amateur cuando yo estaba en el palacio de Buckingham", afirma Dick Ellis, que solía trabajar como guardaespaldas de la familia real, en un documental de la cadena británica Channel 4 con motivo del 50 aniversario del intento de secuestro. Según la cadena, los costes de la seguridad de la realeza se estiman actualmente en unos 100 millones de libras al año (equivalentes a unos 117 millones de euros).
El príncipe Harry (39 años), que ha abandonado el círculo íntimo de la familia real, mantiene actualmente un litigio con el Ministerio del Interior británico porque ya no se le concede la misma protección policial que a los demás miembros de la realeza cuando visitan su patria. Harry, que vive con su esposa la duquesa Meghan (42) y sus dos hijos Archie (4) y Lilibet (2) en el estado norteamericano de California, sufrió recientemente una derrota en el proceso, pero tiene intención de apelar.
Todos los fusilados sobrevivieron
Todos los fusilados sobreviven milagrosamente. Semanas después, se les honra con condecoraciones y medallas en una ceremonia en palacio.
"La medalla es el agradecimiento de la Reina de Inglaterra, me gustaría darle las gracias como madre de Anne", recuerda el ex boxeador Russel las palabras de la Reina cuando le impuso la Medalla George. Desde entonces se ha desprendido del recuerdo.
En 2020, subastó la medalla junto con una carta de la sede del Gobierno, en el número 10 de Downing Street, con la notificación del honor, un telegrama de la princesa Ana y una carta del jefe de Scotland Yard. Con las 50.000 libras recaudadas quería dejar dinero para su funeral, entre otras cosas.
El autor era un enfermo mental
El secuestrador frustrado fue internado en un pabellón psiquiátrico cerrado por tiempo indefinido. Su móvil nunca quedó completamente claro. Sin embargo, no parece haber sido el dinero: El enfermo mental quería donar el rescate de tres millones de libras esterlinas al servicio de salud NHS para mejorar el equipamiento de los hospitales psiquiátricos.
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